
Mtra. Ligia Esther Torres Burgos
Facultad de Estudios Superiores Iztacala, UNAM
Cita recomendada:
Torres, L. (2025). ¿Cómo puede ayudar la perspectiva sistémica en la transformación positiva de contextos vulnerables? Revista de Divulgación Crisis y Retos en la Familia y Pareja, 7(1), 21-26. https://doi.org/10.22402/j.rdcrfp.unam.7.1.2025.617.21-26
Resumen
El texto explora la intervención comunitaria desde una perspectiva sistémica y posmoderna, destacando su relevancia en diversas áreas, incluyendo la educación y el desarrollo social. Se centra en el un modelo de deporte social, que ha trabajado en comunidades vulnerables de México durante más de 11 años, utilizando el deporte como herramienta de formación personal y social. A través de este modelo, se busca promover el crecimiento de niños, adolescentes y sus familias. Aunque las sesiones parecen enfocarse en el deporte, su propósito es mucho más amplio, ya que fomenta habilidades para la vida y reflexión personal. Se observa un efecto positivo no solo en los participantes, quienes a menudo acceden a la educación superior por primera vez, sino también en sus familias y comunidades, promoviendo actitudes colectivas y un sentido de bienestar compartido. El modelo se presenta como una alternativa creativa y dinámica para enfrentar desigualdades en contextos vulnerables.
Palabras clave: sistémica, intervención, desarrollo, comunidad.
La perspectiva sistémica y posmoderna ha adquirido una notable relevancia en el ámbito clínico de la psicología. Aunque a menudo se asocia con el ámbito terapéutico, su aplicación se extiende a organizaciones, educación y políticas públicas, entre otros. Pensar sistémicamente nos permite observar los contextos y las relaciones que existen entre los elementos que conforman sistemas, subsistemas y suprasistemas en un contexto determinado (Maturana & Varela, 1992). Al hablar de trabajo comunitario, concebimos la comunidad como un sistema integrado por familias y sus miembros, influenciado por circunstancias económicas y políticas que afectan la experiencia de quienes pertenecen a ella (Bronfenbrenner, 1979). Estas circunstancias pueden ofrecer oportunidades de desarrollo o, por el contrario, limitarlas, restringiendo así el potencial de sus integrantes.
Este es el caso de muchas comunidades rurales en nuestro país, que enfrentan una precarización económica significativa, limitando sus oportunidades de educación y desarrollo (UNICEF, 2018). Jóvenes que no terminan la educación básica a menudo se ven forzados a unirse a la fuerza laboral, trabajando en la construcción con bajos ingresos o colaborando en el campo para el sustento familiar. Como resultado, se les niega la posibilidad de acceder a la educación universitaria y mejorar sus oportunidades de desarrollo personal, familiar y comunitario.
Latinoamérica es una región donde la precarización es un fenómeno común. En México, existen amplias zonas vulnerables donde las personas que nacen y viven en ellas enfrentan dificultades para satisfacer sus necesidades de desarrollo (CEPAL, 2020). Esta situación de pobreza y riesgo también conlleva a que niños, niñas y jóvenes renuncien constantemente a las escasas oportunidades educativas y formativas disponibles (PNUD, 2020).
El modelo de deporte social que se lleva a cabo en estas comunidades fue originado en Barcelona, España, a través del International Sociological Sport Observatory (ISSO) y en colaboración con fundaciones hermanas de diversas partes del mundo, ha estado trabajando en algunas comunidades de nuestro país durante más de 11 años. Su objetivo es ofrecer un espacio de formación personal y social de manera lúdica, recreativa y deportiva (ISSOK, 2022). A través de este modelo, se busca promover un crecimiento que permita a los participantes construir nuevas posibilidades para sí mismos y su entorno, incluyendo la familia y la comunidad. La perspectiva sistémica postula que los miembros de un sistema son interdependientes entre sí (Von Bertalanffy, 1968), y que por lo tanto, lo afecta a uno de sus miembros afecta a los demás, entonces podemos entender que, cuando los individuos son capaces de generar cambios en sí mismos, los sistemas de los que son miembros también se verán modificados, en principio desde luego, la familia como el sistema por excelencia de la sociedad, pero así mismo los suprasistemas como puede ser la comunidad y es precisamente lo que se ha observado con la implementación del modelo.
La Fundación Convivimos Deportivamente (FUCODEP) colabora en estos proyectos desde 2015, apoyando el proceso formativo de todos los involucrados: niños, niñas, adolescentes, e incluso padres y madres, así como formadores, coordinadores y el equipo operativo y administrativo de la organización. La formación que ofrece este modelo se fundamenta en diversas teorías, enfoques y prácticas, como la Cultura para la Paz, la Teoría Crítica de Derechos Humanos, las Neurociencias y la Perspectiva Sistémica.
En México, las comunidades donde se implementa este modelo lo hacen a través del deporte, principalmente el fútbol, aunque también se incluyen otras disciplinas. A simple vista, el trabajo realizado podría parecer meramente deportivo, pero en realidad va mucho más allá. Se trata de un enfoque formativo y reflexivo, brindando oportunidades a niños, niñas y jóvenes que viven en contextos vulnerables.
Las sesiones deportivas se convierten en un vehículo eficaz para aprender habilidades valiosas para la vida. Este modelo se basa en el Programa de Responsabilidad Personal y Social de Amparo Escartí (2006), que a su vez se inspira en la propuesta de Hellison en la década de 1970, conocida como Teaching Personal and Social Responsibility (Hellison, 2003). El objetivo es que los jóvenes aprendan sobre el respeto, el esfuerzo, la participación, la autonomía, el autoliderazgo, la ayuda, el liderazgo y la responsabilidad social, subrayando la importancia de aplicar estos aprendizajes en su entorno.
El método específico de trabajo en cancha comienza con un encuentro en círculo entre el formador y los participantes, donde se comparten vivencias e inquietudes y se establecen los objetivos de la sesión. Posteriormente, se lleva a cabo la actividad deportiva, que debe ser dinámica, divertida y desafiante físicamente. Durante este tiempo, los jóvenes no solo experimentan el deporte y sus beneficios para la salud física, sino que también desarrollan aprendizajes clave como respeto, esfuerzo y autonomía. Durante toda la sesión el entrenador o entrenadora actúa como parte del sistema que “introduce” nueva información para generar un cambio.
La esencia de este enfoque radica en la formación de buenas personas. Desde la perspectiva del modelo, es más importante el desarrollo personal que el descubrimiento de un gran futbolista. Aunque la actividad deportiva busca ser integral, la atención se centra en la vivencia de estas habilidades para la vida.
Al finalizar la actividad, se lleva a cabo una nueva reunión en la que el entrenador y los participantes reflexionan sobre sus aprendizajes. Se aborda tanto la parte deportiva como las herramientas para la vida. En ocasiones, esto incluye llegar a acuerdos, establecer normas de convivencia y resolver conflictos de manera pacífica. También se ofrece la oportunidad de reflexionar sobre habilidades, capacidades, sueños y metas. Se evalúa la sesión y se deja un “reto” con el fin de transferir lo aprendido a otros ámbitos de desarrollo. En este espacio nuevamente se observa la introducción de nueva información que facilita la transformación de los miembros del grupo y que a la vez retroalimenta al entrenador o entrenadora en su propia práctica e incluso en su vida, como se postula desde la cibernética de segundo orden (Von Foester, 1991).
Lo que ocurre en estas sesiones no es terapia, pero sí es una intervención. Niños, niñas y jóvenes aprenden a reflexionar sobre diversas cuestiones y a actuar de forma más consciente en su entorno. Algunos participantes que comenzaron el programa entre 2012 y 2015 ya han ingresado a la universidad, algunos con becas de las instituciones educativas, otros mediante apoyos económicos del gobierno local, y otros más a través de becas propias de las fundaciones que lideran estos proyectos.
En algunas de estas comunidades, esta es la primera vez que algún joven accede a la universidad. El proceso observado en cada proyecto es variable y depende del contexto local. No es lo mismo una comunidad rural del Estado de México que una comunidad suburbana en Escobedo, Nuevo León. Sin embargo, en todos los casos se observa un proceso de mejora personal, donde los participantes desarrollan conductas cada vez más responsables en su vida personal: en sus obligaciones en casa, en sus estudios, y en sus relaciones personales (familia, amigos, noviazgos), así como en el ámbito social, aprendiendo a respetar, empatizar con otros y a realizar acciones de impacto positivo en su comunidad.
Desde la mirada no solo sistémica, sino también posmoderna las narrativas que se construyen en las y los participantes se pueden escuchar más desde estos discursos de la responsabilidad, de las posibilidades y de su propia capacidad.
Este cambio no se limita a los participantes; también se observa un efecto sistémico en sus familias. Si un miembro cambia, genera cambios en las relaciones dentro de su sistema familiar. Padres y madres a menudo comentan cómo sus hijos e hijas han cambiado y cómo han mejorado las relaciones con sus hermanos y hermanas, así como con ellos mismos. Además, las comunidades también experimentan transformaciones.
Algunas comunidades que inicialmente mostraban desconfianza hacia el trabajo de las fundaciones fueron cambiando su percepción a medida que observaban el impacto positivo de los proyectos, sustituyendo actitudes individualistas por acciones que priorizan el cuidado y bienestar colectivo.
La perspectiva sistémica permite trabajar de fondo situaciones que a simple vista parecen sencillas y simples a través de modelos como éste de manera divertida, dinámica y lúdica en el bienestar integral de las personas, tanto de quienes participan en las actividades deportivas como de aquellos que simplemente envían a sus hijos e hijas al campo.
Es fundamental reconocer que proyectos como este son posibles gracias al esfuerzo de muchas personas: quienes fueron pioneros, quienes continúan desarrollando la iniciativa, quienes brindan seguimiento y retroalimentación, y especialmente aquellos que implementan el programa: entrenadores y entrenadoras. Estos profesionales, experimentan su propio proceso de aprendizaje y desarrollo, permitiéndoles entrelazar teoría y práctica, y construirse como mejores personas para sí mismos, sus familias, su entorno, y la comunidad en la que colaboran. Son los principales impulsores de un modelo trascendental como este. Los procesos cibernéticos de orden superior incluyen forzosamente al observador (Von Foerster, 1991), y por ende, una comunidad, incluidos las y los entrenadores, nunca sería exactamente la misma después.
Tanto los participantes como sus familias y la comunidad experimentan cambios significativos a través de la vivencia del modelo. Los entrenadores y entrenadoras, junto con sus familias, también notan cambios en sus vidas, ya que todos, en algún sentido, son impactados por el modelo lo que puede explicarse como se ha mencionado desde la cibernética de segundo orden.
En conclusión, existen múltiples formas de fomentar el desarrollo en nuestros niños, niñas y adolescentes. Utilizar métodos que los involucren de manera creativa, divertida y reflexiva, que entrelacen su crecimiento personal y social, son oportunidades que debemos observar y co-construir en nuestros contextos. Las realidades que enfrentan nuestra niñez y juventud representan una oportunidad para generar cambios significativos en cómo vivimos hoy, tanto en términos de desigualdad económica y material como en actitudes y acciones que buscan el bienestar de todos como humanidad. La perspectiva sistémica nos permite crear, recrear, fundamentar y acompañar procesos que si bien se dan en el contexto de lo individual se fortalecen en el contexto social y se modifican sistémicamente en los individuos, sus familias y la sociedad de la que son parte.
Referencias
Bronfenbrenner, U. (1979). The ecology of human development: Experiments by nature and design. Harvard University Press.
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). (2020). Panorama social de América Latina 2020. Naciones Unidas. https://www.cepal.org/es/publicaciones/46071-panorama-social-america-latina-2020
Escartí, A. (2006). Responsabilidad personal y social en la educación física. En J. C. De la Torre, A. Escartí, & F. García (Eds.), Educación física: Una herramienta para la educación integral (pp. 89-101). Editorial Kinesis.
Hellison, D. R. (2003). Teaching personal and social responsibility through physical activity. Human Kinetics.
ISSOK. (2022). Modelo ISSOK: Metodología para la intervención social a través del deporte. International Sociological Sport Observatory.
Maturana, H., & Varela, F. (1992). De máquinas y seres vivos: Una teoría sobre la organización biológica. Editorial Universitaria.
UNICEF. (2018). Estado de la infancia en el mundo 2018. https://www.unicef.org/lac/informes/estado-de-la-infancia-en-el-mundo-2018
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). (2020). Informe sobre desarrollo humano 2020. https://www.undp.org/es/publications/informe-sobre-desarrollo-humano-2020
Von Foerster, H. (1991). Las semillas de la cibernética. Gedisa.
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