

Docente posgrado, Facultad Educación y Humanidades
Universidad Anáhuac, México
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Cita recomendada:
Gálvez, M. (2025). ¿Quién educa a los niños cuando los padres no están? Revista de Divulgación Crisis y Retos en la Familia y Pareja, 7(2), 27-32. https://doi.org/10.22402/j.rdcrfp.unam.7.2.2025.634.27-32
RESUMEN
La ausencia de los padres en el hogar puede impactar de manera profunda al desarrollo físico, social y emocional de los niños. Este artículo invita a analizar sobre las consecuencias de esta ausencia y cómo cuidadores y padres pueden trabajar en equipo para garantizar una mejor educación para los niños. Educar es un trabajo colectivo que requiere consciencia y asertividad. Ofrecer mejores oportunidades de vida es posible, si se hace en equipo.
Palabras clave: cuidadores, crianza, padres que trabajan, educación
La ausencia de los padres de familia en el hogar tiene un impacto en la educación, estabilidad emocional y desarrollo de los menores. Los niños, al ser personas dependientes de otras para formarse, necesitan de la compañía constante de quienes puedan hacerse cargo de sus necesidades básicas y de aprendizaje. La falta de atención y compañía puede ocasionar retraso en su maduración, riesgo en su formación y hacerlos más vulnerables (Andrés y Fernández, 2016).
El riesgo puede manifestarse en las habilidades socioemocionales, en sus conductas sociales, en su desarrollo biológico o psicológico, y afectar así su aprendizaje, relaciones y seguridad. Entre los principales retrasos se encuentran los que se refieren a sus habilidades motoras, madurativas, psicológicas y emocionales. Como ejemplos se encuentran retrasos en el aprendizaje para caminar, hablar o utilizar instrumentos como cubiertos y lápices. En cuanto a la independencia, por ejemplo, podemos ver niños que aún en edad de vestirse solos, requieren del apoyo de alguien más. O bien, pequeños que tienen dificultad para aceptar los cambios, regular sus emociones o que manifiestan conductas agresivas, berrinches frecuentes o que no logran hacer amigos con facilidad. Esto puede verse reflejado en la escuela, en su rendimiento académico, en la forma en la que se relacionan con los niños de su edad y con otros adultos. Los hace vulnerables a situaciones más complejas como el acoso, los trastornos biológicos, neurológicos y gran variedad de dificultades que limitan su desarrollo y seguridad.
Si los padres no están, ¿por qué se ausentan?
La mayoría de las veces, los padres se ausentan, porque buscan dar a sus hijos más oportunidades de desarrollo tanto en lo social, personal y académico como mayor estabilidad financiera (Rochabrun, Uceda y Salas, 2021). Hoy en día, es más frecuente ver que padre y madre trabajen jornadas parciales o completas. Los niños, cuando es posible, pasan entre cuatro y ocho horas en instituciones educativas. Sin embargo, es probable que, dentro del hogar, no cuenten con la presencia de al menos uno de sus padres.
Es en el hogar donde se educa principalmente, ahí los niños aprenden a relacionarse con otros, aprenden valores, cultura, tradiciones, normas y conductas que los ayudan a integrarse a la sociedad (Bernal, 2016), para que cuando sean adultos, logren transmitir a sus propios hijos aquello que promueva la mejora de la sociedad en la que viven.
Al dejar el hogar los padres, buscan mejorar las condiciones de vida de sus hijos. Dicen Cano y Casado (2016) que las familias que no atienden a sus hijos de la manera más favorable no es porque no deseen hacerlo, sino porque no pueden hacerlo, quizá no saben cómo o no tienen el tiempo necesario para compartir con ellos las herramientas que les ayudarán a formarse mejor.
Entonces, ¿qué pueden hacer los padres?
Dejar solos a los niños, no es una opción; incluso si han desarrollado algunas habilidades de autonomía como vestirse, lavarse e incluso preparar algún alimento sencillo; no tienen la capacidad para responder adecuadamente a dificultades o accidentes que pudieran ocurrir, como un incendio, una cortada o una caída. En cuanto a lo emocional y psicológico, los niños continúan en desarrollo, necesitan de la cercanía y presencia de los adultos que los cuidan para desarrollar sus esquemas mentales. A partir de su nacimiento; el apego a sus cuidadores los ayuda a desarrollar las habilidades que tendrán para mantenerse cercanos a otras personas (Bowlby, 1988); confiar o no confiar en ellas y marcará la forma en la que respondan a las exigencias del mundo en el que viven. Estando en compañía de otros, van formando su personalidad, autoconcepto y seguridad. Estar solos causaría inseguridad física y psicológica y aumenta las posibilidades de riesgo y los retrasos en el desarrollo.
¿Quién puede cuidarlos?
Puede cuidarlos otra persona, ya sea un familiar cercano, una amistad o incluso personal doméstico a quien se le asigna este trabajo.
Es importante detenernos un poco aquí y considerar el significado de cuidar. En términos coloquiales, cuidar algo es preservarlo, protegerlo o atenderlo (Gálvez, 2024a). Para el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF; 2019), cuidar adecuadamente a los niños es el primer paso para que puedan tener una vida saludable y aprender mejor. Entre las acciones que menciona como parte del cuidado están alimentación, salud, higiene y vestido. Cuidar adecuadamente a un menor, genera en el niño, una sensación de seguridad emocional, se crea una conexión con el cuidador, que le transmite la idea de que su vida es importante (Gálvez, 2024b). Cuidar no es “estar atento a que no le pase nada”, no es “echar un ojo”; el cuidado forma parte de la educación, pues enseña a los niños cómo es el mundo que lo rodea, cómo socializar en él y le da la seguridad para explorarlo y aprender en compañía de sus cuidadores.

El cuidador entonces no es una persona que “vigila” a los niños, es una persona que participa de su desarrollo. Necesita primero, estar disponible, es decir, atento a las necesidades de los niños y, en segundo lugar, responder a estas necesidades de manera pronta, constante y prudente (Bowlby, 1988). Una persona que ha sido cuidada, protegida y atendida, es una persona que tiende a desarrollarse de manera saludable (Barudy y Dartagnan, 2005).
Una adecuada comunicación y buen trato por parte de los cuidadores, es percibida por los niños, aprendida como forma de actuar y de relacionarse. Esto crea en ellos patrones mentales (Siegel y. Payne, 2020) que les ayudan a relacionarse con otras personas.
Cuando un niño necesita algo, su cerebro se estresa, manda una señal de que no está bien y que requiere algo; el niño, busca comunicarlo según las habilidades que posee; puede ser hablando, llorando o gritando, por ejemplo. Si el adulto acude y satisface su necesidad, genera en él la idea de que está seguro; de que hay alguien que ve por él o ella y, por lo tanto, que el mundo es un lugar confiable. Si el adulto no responde, lo ignora o lo hace de mala gana, le da al menor la idea de que está solo, desprotegido y siente que no se puede confiar en el mundo.
¿Cómo cuidarlos para favorecer su desarrollo?
Participar de su educación; para ello se necesita:
Que el adulto este ahí para el menor, de forma consiente, atenta y dispuesta (Siegel y Payne, 2020). Mirar a los ojos cuando el niño le habla, atender a sus necesidades e identificar las señales que lo hacen sentir atendido y querido.
Dejarlo participar de sus actividades, como realizar tareas domésticas para que aprenda tanto a realizarlas, como a relacionarse con las personas.
Modelar conductas aceptables, si queremos que sean respetuosos, es necesario respetarlos, hablar para solucionar conflictos, enseñar con el ejemplo, cómo comportarse, como actuar, como intervenir.
Formar parte de su vida, de sus juegos y sus intereses para que explore el mundo, aprenda de él y aprenda a convivir con él. Jugar con ellos es indispensable para que desarrollen su pensamiento, su lenguaje, mejoren sus habilidades y crezcan sanamente.
Acompañarlos en sus errores, enseñarles a hacer las cosas de otra manera, ser firmes pero cariñosos, dar seguridad a través de rutinas y estructura que modelen su disciplina.
¿Quién es mejor para cuidar a los niños?
Esta es una pregunta que con frecuencia se hacen los padres al tener que dejar el hogar, si será mejor que los cuide la abuelita, el tío, la vecina o si contratan a alguien para realizar esta labor.
La respuesta no está en la persona sino en las competencias de la persona. Si esta persona puede ofrecer los elementos que favorecen su desarrollo, es la indicada. Pero eso no es todo, es importante hacer equipo. Quien cuida, educa, por lo tanto; es indispensable colaborar entre cuidadores para dar certeza a los niños de que sabemos cómo guiarlos en su desarrollo. Si bien los padres, continuarán siendo los principales encargados de su desarrollo; todos los cuidadores abonan a su educación y deben estar en armonía.
¿Cómo se logra esta armonía?
Iniciamos con un propósito claro, qué quieren los padres de sus hijos, ¿qué valores, tradiciones, costumbres, normas desean transmitir? ¿Qué estilo de disciplina llevarán? Los cuidadores necesitan saberlo y estar de acuerdo con ello; aún si tienen diferencias, educar en el sentido que desean los padres, dialogar cuando algo es distinto a lo que ellos harían.
La comunicación es esencial, tanto entre padres y cuidadores, como hacia los niños; las forma en las que logren expresar lo que desean, abrirá el camino para que logren los objetivos.
Definir roles, ¿qué tarea realiza cada quién?, ¿cómo la realiza?, ¿cómo intervenir ante los conflictos? De esa forma el niño sabrá lo que se espera, podrá actuar de manera congruente en las situaciones que se le presenten y sabrá que cada cuidador forma parte de su vida.
Cuidar y educar a los niños en equipo les enseña cómo funciona la sociedad, como cada uno, con nuestras diferencias y características personales, podemos aportar para un fin común; les muestra que es posible hacer comunidad, que respetar y valorar a otros es posible y necesario; aprenden a ser más flexibles, a compartir y a convivir.
¿Quién educa a nuestros hijos cuando no estamos?
La respuesta es todos. Siempre que exista un propósito claro y una colaboración consciente, abonamos al objetivo de la familia. Es importante que quien los cuide: esté presente para atender sus necesidades; genere confianza en los niños; se comunique constantemente con padres de familia y fomente habilidades de comunicación en los pequeños; modele conductas adecuadas y; estimule su aprendizaje. Si los padres y los cuidadores trabajan en equipo, podemos garantizar que los niños reciban mejor educación, incluso en la ausencia de los padres.
REFERENCIAS
Andrés, C., & Fernández, A. (2016). Las prácticas de crianza de los padres: su influencia en las nuevas problemáticas en la primera infancia. Revista Nacional e Internacional de Educación Inclusiva, 9 (1), 31. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5455553
Bernal, A. (2016). La identidad de la familia: Un reto educativo. Perspectiva Educacional, Formación de Profesores, 55 (1), 114-128. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=333343664008
Barudy, J., & Dantagnan, M. (2015). Reflexiones en torno a las competencias parentales. Revista chilena de derecho y ciencia política, 6(1), 35-51.
Bowlby, J. (2014). Vínculos afectivos: formación, desarrollo y pérdida (6a. ed.) Ediciones Morata.
Fondo de las naciones unidas para la infancia (UNICEF, 2006). Convención sobre los derechos del niño. https://www.un.org/es/events/childrenday/pdf/derechos.pdf
Gálvez Gayón, M. Y. (2024a). El papel de las empleada domésticas y el personal de servicio en la educación de niños cuyos padres trabajan [Tesis doctoral no publicada]. Instituto de Enlaces Educativos.
Gálvez Gayón, M. Y. (2024b). El rol que desempeña el personal de servicio al cuidado de niños cuyos padres trabajan. LATAM Revista Latinoamericana De Ciencias Sociales Y Humanidades, 5(6), 1845-1859. https://doi.org/10.56712/latam.v5i6.3126
Rochabrun Hidalgo, F., Uceda Florez, R., & Salas-Blas, E. (2021). Estrés laboral y percepción de competencias parentales en padres que trabajan. Revista de Investigacion Psicologica, (26), 51-68. https://doi.org/10.53287/wzsy6920rr57j
Siegel, D., & Payne, T. (2020). The Power of Showing Up. Ballantine Books New York.
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