LA MASCULINIDAD CONTEMPORÁNEA Y LOS DESAFÍOS PARA SU CONSTITUCIÓN

Alma Minerva Moreno Puente
Universidad Autónoma de Zacatecas
Doctora en Psicoanálisis por la Universidad Intercontinental de la ciudad de México.
Docente Investigador de tiempo completo de la Unidad Académica Psicología (UAP) de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ).

Estela Reveles Rodríguez
Universidad Autónoma de Zacatecas

Doctora en Psicoanálisis por la Universidad Intercontinental de la ciudad de México.
Docente Investigador de tiempo completo de la Unidad Académica de Psicología (UAP) de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ).

Cita recomendada:

Moreno A. y Reveles E. (2021). La masculinidad contemporánea y los desafíos para su constitución. Revista de Divulgación Crisis y Retos en la Familia y Pareja, 3(2), 45-50. https://doi.org/10.22402/j.redes.unam.3.2.2021.412.45-50

Resumen

El objetivo principal de este trabajo es analizar el concepto de masculinidad y los desafíos que hoy en día exhortan a los niños y adolescentes para constituirse como varones. Si bien es cierto que el concepto de masculinidad no es propio de la teoría Psicoanalítica, consideramos notables las aportaciones realizadas sobre este constructo, por lo que en este trabajo se revisa el concepto de identidad psíquica como un pilar en la construcción de la masculinidad, a partir de la relación que establecen los padres hacia el hijo y el rol que le asignan dentro de la familia, en la escuela y en el entorno sociocultural. También se analiza el proceso de transformación en el que se encuentra el concepto de masculinidad actualmente y los desafíos complejos y contradictorios a los que se enfrentan los varones. Igualmente se expone el concepto de nueva masculinidad o masculinidad contemporánea como resultado de esta transformación.

Palabras clave: Identidad
psíquica, psicoanálisis, masculinidad contemporánea.

Histórica y socialmente la construcción del concepto de masculinidad hace referencia a una hegemonía, es decir, el varón debe ejercer poder y superioridad hacia las mujeres como a otros hombres. En la actualidad se atraviesa una crisis en la construcción de la masculinidad pues los desafíos sociales y culturales que se encomiendan a los varones implican paradojas que impiden una comprensión homogénea. Por una parte, queda asentado que el hombre tiene el poder, la dominación, la competencia y el control, debe mostrarse agresivo ante otros varones, todo ello como emblema de virilidad, rechazando exponer sus afectos y emociones porque se consideran signos de feminidad, y deben ser evitados. Por otra parte, se les exhorta a la sensibilidad y, a la vulnerabilidad afectiva.

De igual manera, Lartigue (2009) dice que aun existen hombres enganchados en los estereotipos tradicionales de la masculinidad, pero otros desean romper con los mandatos hegemónicos de género, manifiestan el deseo de ser diferentes a sus padres por lo que han comenzado a involucrarse en el cuidado y crianza de sus hijos/as, así como en establecer relaciones más profundas e igualitarias con su pareja.

Desarrollo

Desde el aspecto biológico, lo masculino nos dirige a mencionar el sexo con sus componentes anatómico-funcionales, es decir, las diferencias biológicas estrechamente ligadas a la sexualidad como son las relacionadas con los genitales y con la respuesta sexual del hombre y la mujer. La presencia del pene en el hombre como referente anatómico del falo como significado de poder, representa para el psicoanálisis la divergencia fundamental a partir de la cual se construye un orden psíquico, donde lo pulsional y lo simbólico se conjugan para dar sentido a lo que la cultura tipifica como genérico.

La masculinidad como constructo psicosocial se determina por las características establecidas en un contexto histórico y social preciso, configurándose a través de la socialización de género diferenciado. Por ejemplo, en una sociedad hegemónica se espera que los hombres cumplan con el rol de ser fuertes, prohibiéndoles expresar toda vulnerabilidad para no ser catalogados como femeninos. No obstante, hoy en día los varones se encuentran en una lucha psicosocial contrahegemónica, que acuerde y respete sus derechos a externalizar, con absoluta libertad, todo afecto que lo haga sentir fragilidad y fortaleza. Conjuntamente, ser empático ante sí mismo y ante los demás, de la misma forma, participar en la crianza de los hijos.

Según Burin y Meler (2000), los grupos sociales han elaborado estatutos que ordenan los desempeños de género sobre la base de las diferencias sexuales anatómicas. Estos aspectos incluyen emociones, fantasías y actitudes, así como el desarrollo diferencial de habilidades, mientras confinan otros comportamientos y asignan roles específicos para cada sexo. Así mismo, González (2012) señala que, a partir de la diferenciación anatómica entre el hombre y la mujer, se forma la identidad genérica nuclear, ésta es la sensación que tiene el individuo de ser varón o de ser mujer, lo cual está determinado por el género que le asignan sus cuidadores durante los primeros dos a cuatro años de vida, ante la consigna social y cultural “debes comportarte como un niño” o “debes comportarte como una niña”.

Según la Dirección General de Políticas de Género (DGPG, 2020), los mandatos de masculinidad hegemónica se desarrollan en el contexto familiar, esto es, desde el rol, normas y prácticas que le son asignados al hijo, desde pequeño, en relación con su identidad genérica, incorporando características “rudas” o agresivas en torno a su comportamiento hacia los demás. En consecuencia, estas características las despliega y repite en el contexto escolar, es decir, son alumnos que se les dificulta la interacción con sus pares y figuras de autoridad, tienden a practicar juegos cuyo contacto corporal implique destreza y rudeza, les permita ser competitivos con otros niños.

Quizás por esta razón los varones se preocupan sobremanera por su órgano genital, es decir, su firmeza, tamaño, erectibilidad, la satisfacción que pueda proporcionar a su pareja. Lo que conlleva a que el pene adquiera una forma simbólica, representado a través de figuras largas, fuertes, veloces, por ejemplo, autos potentes, trenes, aviones, etc; el pene toma un significado, se convierte en un falo.

La sociedad mexicana sobrevalora el falo, baste, como muestra, desde niños se van estableciendo diferencias entre varón y mujer no sólo en los aspectos biológicos, también desde el rol que cada uno debe ejercer, a los varones no se les permite, con facilidad, expresar sus afectos, los etiquetan con “eres un marica”, esto indica que “la cultura se ha puesto al servicio de un género en detrimento del otro, de una cultura que basa toda su estructuración y desarrollo en los aspectos biológicos” (Caudillo, 2012, p.48). Es decir, el mundo se divide entre los que tienen pene y los que carecen de él, por el valor falocentrista en que vivimos, en otras palabras, aquellos hombres que se muestran fuertes ante cualquier situación y aquellos que denotan debilidad. La construcción de la masculinidad pende de dos esferas, la primera tiene que ver con la subjetividad, esto es, el mundo interno de cada individuo, la parte afectiva e inconsciente de cada sujeto, son las consideraciones de la experiencia individual y la forma de enfrentar sus pulsiones lo que la convierte en única e irrepetible; la segunda, la que es consciente, se refiere a la relación con el mundo externo, la realidad interpersonal que establece con los grupos, instituciones, así como la forma en que el varón asume las transformaciones de sí mismo.

Caudillo (2012), señala que el proceso de masculinización se asienta en los procesos de identificación y búsqueda de una identidad, primero mediante una imitación en relación con los objetos primarios o bien personajes que sean idealizables, por ejemplo los padres. Los comportamientos que van afirmando la masculinidad son los que se han aprendido desde la más temprana infancia y que en la adolescencia luchan por sobreponerse hasta estabilizarse en la vida adulta, transmitiéndolo generacionalmente.

Como precisa Ramírez (2020), la idea de ser hombre no ha de inscribirse a fomentar “determinadas acciones o roles, y que seamos capaces de desmantelar eso que denominamos “masculinidad”, como el género que discrimina, excluye, estigmatiza, subordina e impone el juego del control” (s.p.). En esta perspectiva, lo desafiante para la constitución masculina contemporánea puede situarse en la lucha que, desde pequeño, el niño debe emprender para salir de la posición pasiva-femenina. En opinión de Stoller (1994, como se citó en Volnovich, 2018):

Ser rudo, escandaloso, pendenciero, maltratar a las mujeres, convertirlas en fetiches; buscar la amistad de los hombres pero odiar a los homosexuales; hablar groseramente, despreciar las ocupaciones femeninas. Todo esto es parte del estereotipo que confirma la virilidad y permite tener la conciencia bien tranquila por haber cumplido con nuestro deber. ¿Cuál es ese deber? El primer deber de todo hombre es: no ser mujer (p.41).

Así pues, la masculinidad contemporánea implica hacer cambios importantes desde el seno familiar, como, por ejemplo, el trato homogéneo entre los hijos (varones/mujeres), distrubuir las labores domésticas sin
diferenciar el género, inculcar valores, respeto, por los demás y por sí mismo, es decir, fomentar la empatía, generar las condiciones afectivas y de confianza para que los hijos, sobretodo los varones, expresen sus emociones con plena libertad sin temor al prejuicio, o bien al castigo, en el ámbito familiar, escolar y social.

En otras palabras, la nueva masculinidad (Pichardo, 2021), tiene como desafío crear una sociedad igualitaria para desarticular la masculinidad hegemónica o tradicional. En particular, durante la infancia se ubica la mayor posibilidad de originar cambios significativos, transmitiéndose generacionalmente. Respecto al ámbito educativo se requiere avivar la formación de los niños en un plano de equidad e igualdad, de esta manera se logrará forjar niños libres a hablar, tolerar y respetar sus vulnerabilidades, demostrar su amor entre sus pares y el sexo femenino, sin estigmas crueles y prohibiciones.

En relación con la idea anterior, se podría determinar que la constitución de la masculinidad es un camino arduo, difícil, doloroso y angustiante (Beniscelli y Méndez, 2015). Constituirse como varón implica reconciliarse con lo femenino, en otras palabras, aceptar y externalizar la cercanía afectiva en toda relación interpersonal, conocer su vulnerabilidad sin tabú, integrarse a la crianza de los hijos, y participar en las labores de casa.

Conclusiones

Para finalizar, a partir de este análisis podemos señalar que la conceptualización de varón parece ser pendular, por una parte existen conglomerados sociales partidarios de la constitución de la imagen masculina como ser agresivo ante otros hombres, autoritarios, dominantes hacia la mujer, nulo en la externalización de sus emociones, ahogar todas aquellas acciones que lo muestren vulnerable ante la sociedad, situación que provoca una tergiversación en la cimentación y restablecimiento en el concepto de “ser hombre”. Por otro lado, hay otros grupos sociales y hombres que desean romper con el estereotipo de masculinidad hegemónica, pero son éstos últimos quienes enfrentan los desafíos actuales, a saber, reconciliarse, e integrar su parte femenina, de modo que puedan sentir libertad de expresar sus necesidades afectivas, mostrar su empatía, sensibilidad, vulnerabilidad, sin que ello les haga sentir y percibir, tanto a sí mismos como ante la sociedad, una reducción de su masculinidad.

Recapitulando, actualmente la masculinidad se está transformando
radicalmente debido a la evolución de sus estereotipos y de su constructo. Esto gracias a la apertura de la expresión de los sentimientos masculinos que permiten conocerlos y comprenderlos, en consecuencia, la constitución de la masculinidad contemporánea enfrenta desafíos espinosos para el varón. Por último, nos gustaría agregar que, teórica y socialmente les debemos mucho a los hombres que desean terminar con el cliché tradicional de cómo constituir su masculinidad y nos enfrenta ante nuevos desafíos para construir formas distintas de ser hombre en la sociedad contemporánea.

Referencias

Beniscelli, A. y Méndez, A. (2015). Construcción de la masculinidad: tensiones entre psicoanálisis y feminismo. https://sifp.psico.edu.uy/sites/default/files/Trabajos%20finales/%20Archivos/tfg_alexis_mendez_0.pdf

Burin, M. y Meler, I. (2000). Varones. Género y subjetividad masculina. Paidós.

Caudillo, C. (2012). Las transformaciones de los estereotipos de masculinidad.En J. González, J. Alatriste, y V. Nahoul (Eds.), Masculinidad y cambio. Clave Editorial.

Dirección General de Políticas de Género. (2020, Septiembre). Cuadernillo para reflexonar sobre la construcción de las masculinidades. https://www.mpf.gob.ar/direccion-general-de-politicas-de-genero/files/2020/11/cuadernillo-para-reflexionar-sobre-la-construcción-de-las-masculinidades.pdf

González, J. (2012). Masculinidad y cambio. Clave Editorial.

Lartigue, T. (2009). Introducción. Reflexiones en torno a la masculinidad. En Tawil-Klein, R. (Ed.), Masculinidad. Una mirada desde el psicoanálisis (pp. XI-XXII). Universum Ediciones. Asociación Psicoanalítica Mexicana.

Pichardo, J. I. ( 8 de marzo de 2021). La nueva masculinidad permite una forma más sana e igualitaria de relacionarte con las mujeres, y también con otros hombres. Amnistía Internacional. https://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/blog/historia/articulo/la-nueva-masculinidad-permite-una-forma-mas-sana-e-igualitaria-de-relacionarte-con-las-mujeres-y-tambien-con-otros-hombres/

Ramírez, J. C. (2020, Noviembre). Reflexión sobre las nuevas masculinidades. STRATEGOS. https://iieg.gob.mx/estrategos/reflexion-sobre-las-nuevas-masculinidades/

Volnovich, J. (2018). Ir de putas. Reflexiones acerca de los clientes de la prostitución. Neisa.

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